domingo, 7 de noviembre de 2010

ERNESTO MEJÍA AMAYA

Santandereano, su familia se radicó en la sabana de Bogotá, luego en Argentina y finalmente en Cali, donde comenzó el negocio de las baterías, como simple reparador. Tras mucho trabajo se hizo ensamblador y luego productor de lo que hoy se conoce como Grupo MAC, que surte un alto porcentaje del mercado nacional de baterías y ha penetrado plazas de Ecuador, Perú, Panamá y próximamente Venezuela.
No IGUAL, PERO ALGO SIMILAR A LO DE SAULO QUE, SEGÚN LA BIBLIA, tras caer de un caballo se convirtió en Pablo, más tarde santo, le ocurrió a Ernesto, quien venía un día de 1956 de su casa al trabajo de obrero en reparación de baterías, cuando “un camión violó un pare y yo quedé abajo; al caer tuve una grave hemorragia interna”. Quedó inconsciente; alguien, en medio de la algarabía que suscita este tipo de accidentes, tuvo la sensatez de llevarlo aun hospital.
El diagnóstico no fue placentero. Además de lesiones externas, de lenta pero segura recuperación, tenía once perforaciones internas que tensaron los músculos de familiares y amigos. Fue sometido a una intervención quirúrgica, vigilado en cuidados intensivos y atendido con tanta eficacia, que luego de varias semanas fue rescatado del peligro. La gente que lo visitaba tuvo una actitud que se ha perdido, como hemos perdido tantas cosas los colombianos: le aplicaba inyecciones más efectivas que las médicas, de ánimo y optimismo.
Durante el tiempo que estuvo convaleciente, obró como lo haría cualquier persona normal en esos casos: se puso a revisar su vida. Cuando se ha estado a medio paso de la muerte y alcanzado a verle de refilón sus misteriosas cuencas, lo menos que puede uno sentir es que le han regalado tiempo extra, una especie de segunda oportunidad para mejorar.
Ernesto tuvo la firme intención de que, en cuanto estuviera apto para continuar trabajando, buscaría la forma de independizarse y tener algo propio. Pero no sabía exactamente qué. Su intención era realizarse como ser humano, reafirmar su personalidad y ser un ente con voz propia. Era joven todavía, pero ya había alcanzado a probar que eso no es suficiente para descuidarse.
Cuando se es consciente de algo, la angustia es peor. Por eso la gente que goza del espacio de la ignorancia, que no oye, ni ve, ni entiende, es en çierto modo más feliz que los pensantes, porque no se da cuenta de nada, vive bajo una gigante adormidera y a duras penas come, duerme, bebe, camina y hace oficios menores. Ernesto estaba muy lejos de ser uno de esos felices hombres-vegetales. Al querer ser dueño de su propio toldo, tropezó con lo que necesita quien quiere caminar solo: no tenía dinero.
No podía solicitar créditos, porque nadie lo conocía en esa ciudad, Cali, a donde había llegado un año antes, procedente de Argentina. Tampoco tenía amigos con suficiencia económica que pudieran servirle de fiadores, ni haberes para respaldar una deuda. En su cama de enfermo le daba vueltas al asunto y en vez de simplificar sus posibilidades futuras, se le complicaban.
Era empleado de Distribuidora de Baterías, de Gustavo Villegas, a donde había llegado por un aviso de prensa que solicitaba los servicios de un técnico en baterías, profesional por entonces bastante escaso en el medio caleño. Le habían ofrecido trabajo en una fábrica de bicicletas, oficio que conocía, con un sueldo bastante bueno, pero prefirió el taller de baterías. Ernesto se presentó con entusiasmo y seguridad, los seis años que había vivido en Argentina lo habían provisto de ese espíritu elástico, abierto y confianzudo de los argentinos. De hecho, no se sentía bien de nuevo en Colombia, la familia lo había llevado muy chico y en ese país austral pasó los años fundamentales de la adolescencia.
A Gustavo le agradó la forma de ser de Ernesto, su actitud franca y respetuosa simultáneamente, sus arranques de iniciativa propia y su temperamento racional. Llegaron a un acuerdo y lo contrató como un operario más. Sus jefes inmediatos fueron Eladio Estrada y Diego Mejía Echeverry
El taller quedaba frente a Surtillantas. Su propietario, Juan Jaramillo, que conoció a Ernesto cuando comenzó a trabajar, lo recuerda “como un muchacho con acento argentino, llevaba los pantalones que utilizaba para laborar raídos y se desracaba entre los demás porque realmente conocía sobre reconstrucción de baterías”.
Recuerdan que Ernesto era tacañísimo, comía apenas lo suficiente, no bebía, ni fumaba, ni comía golosinas, no porque tuviera que colaborar mucho en la casa, ni estuviera en terminal de pobreza, ni pretendiera ahorrar para algún negocio. Es que había tenido una moto en Argentina y se había acostumbrado tanto que no podía vivir sin una. Estaba ahorrando para comprarla, cosa que hizo, la misma en la cual se accidentó.
Por eso está ahora convaleciente, revisando su visa y pensando qué hacer. Aparte de la Distribuidora de Baterías, de Gustavo Villegas, él tenía también un pequeño taller, un “chuzo” como dicen ahora con mezcla de desdén y aprecio, que no le había dado buen resultado. Aún quedaban algunos mostradores llenos de polvo y semivacíos, algunos implementos útiles para la reparación de baterías y la desolación de todo negocio quebrado.
Gustavo pensó en el simpático muchacho colombiano con dejo argentino, que se había salvado milagrosamente de la agresión de un camión. Le ofreció un tallercito que tenía en la carrera 8a. con calle 23, frente a la empresa de buses Copetrán. “Le acepté la oferta —dice Ernesto— y se lo compré por cuatro mil pesos, que inicialmente pagaba con abonos semanales, pero luego le firmé diez letras, pues era mucha la presión de pagar cada ocho días”.
Ese fue su despegue. Como ocurre siempre, le tocó valerse de un ayudante y ellos dos solos mantenían la caña, trabajaban desde muy temprano hasta tarde en la noche, incluyendo días feriados, andaban sucios de overo!, manos y cara, porque inconscientemente se pasaban las manos por las mejillas y les quedaban untadas de polvo, grasa, aceite. Ernesto sabía que la única manera de pagar ese tallercito y ser propietario, era esforzándose. Idea fija que le aconsejaba no despilfarrar en parrandas, muchachas y locuras de juventud, sino sacrificarse algo y asegurar un futuro libre de presiones pecuniarias.
Al año era propietario. De un tallercito venido a menos, pero propietario, estatus logrado a puro pulso, prestando los servicios de mantenimiento, cargue y reconstrucción de

ULPIANO LLOREDA GONZÁLEZ

(Tomado de Ordoñez, Luis Aurelio (1998) “Industrias y Empresarios Pioneros Cali 1910-1945” Facultad de Ciencias de la Administración, Universidad del Valle. ISBN 958-670-052-6. p.137-141)

Ulpiano Lloreda Gonzalez nació en Cali, el 7 de julio de 1865. Hijo de Clímaco Lloreda Tello y María Ignacia Gonzalez Umaña. Contrajo matrimonio, en 1891, con Ana María Caicedo Cordovez, hija de Belisario Caicedo. Tuvieron siete hijos: Mario, María Luisa, Gustavo, Luz María, Alfredo, Alvaro y Blanca.
La familia Lloreda era, según Alvaro Vejarano, de origen catalán: por ejemplo desde la lejana Cataluña nos viene a Cali la sangre de los Lloreda que es el verdadero transformador de la economía yá capitalista y manufacturera.
En el siglo XIX, los Lloreda pertenecían a la elite de la ciudad de Cali, según las exploraciones realizadas por Jacques Aprile, quien afirma:
En 1842 (tomo 79, folio 633) fuera algunos edificios públicos encontramos un listado de treinta casas abastecidas; entre las familias beneficiadas figuran los Borrero (cuatro casas), Ramón Mercado, Henrique Isaacs y los apellidos Ternaza, Lloreda, Micolta, Mallarino, Barona, Córdoba, Quintero, Scarpeta y Sinisterra o sea lo esencial del grupo dirigente de la ciudad.
Ulpiano Lloreda G., inició estudios en Quito, pero se vio obligado a suspenderlos debido a las guerras civiles de finales del siglo XIX, las cuales lo obligaron a regresar a Cali, a la edad de 19 años.
Entre sus primeras actividades empresariales figura su incorporación a la Compañía de navegación por el río Cauca, fundada en 1875 por un grupo de mineros y comerciantes de la región encabezado por Santiago Eder.
En 1890, dio inicio a sus actividades industriales en Cali con la instalación de una turbina eléctrica para la fábrica de hielo, en la primera fábrica de hielo que existió en Cali.
Para el funcionamiento de la planta, construyó tres kilómetros de acueducto, transportando el agua desde Santa Rita, hasta el barrio el Peñon, donde instaló la turbina para la fábrica de hielo, y seguidamente, las fábricas de producción de jabones y velas.
Fue sin duda el primer “acueducto” de Cali, en ese entonces una típica aldea en cuyas callejuelas transcurría imperturbable una vida casi colonial. Y no hubo desde entonces actividad comercial e industrial en que don Ulpiano, hombre singularmente emprendedor, no tomara parte activa.

En el mismo sitio, el barrio “El Peñón” fundó la trilladora de Café una de las primeras y mas importantes trilladoras de café de Cali
En Palmira fundó la trilladora de Café “El Triunfo”, con máquina inglesa, movida por electricidad (motor eléctrico). Al igual que la trilladora de Cali, estas máquinas no quebraban el grano, ni lo aplastaban, ni deterioraban las pepas de café, en el proceso de trilla y retrilla, dejándolo perfectamente limpio y sin polvo, antes de dejarlo enfriar suficientemente, para empacarlo y despacharlo por ferrocarril.
Fue accionista cofundador de la Fábrica de Cigarrillos El Globo y del Banco Comercial de Cali, banco fundado en 1903, por iniciativa de Pedro Plata y Henry Eder. El banco duró poco tiempo en funcionamiento, pues su existencia fue planeada a diez años solamente.
En 1910, participó con Henry Eder, Eduardo H.Mason y Benito López, el fin de traer de Alemania, la primera planta eléctrica que efectivamente se instaló en Cali, el 26 de octubre de 1910. Fundador del periódico El Sol, de breve duración y, en 1918, con su hijo Gustavo, iniciaron la publicación del periódico El País, del cual alcanzaron a publicarse varios números. Fue socio de la compañía Nacional de Navegación destinada al transporte entre Cali y Buenaventura. Instaló el primer teléfono intermunicipal, que comunicó a Cali con la población de Pradera (Valle).
A comienzos de 1919, se registró ante el notario como comerciante:Para responder al tesoro nacional por las cantidades procedentes de los derechos de importación que acusaren a deber las mercancías y demás efectos de comercio que dicho señor Lloreda introdujera por la aduana de Buenaventura.
Por los años veinte, inició una empresa de cine que proyectó las primeras películas de cine mudo en Cali y, con base en la  experiencia de importación del primer automóvil, se asoció con Hernando Caicedo, para constituir la “Sociedad Automoviliaria Colombiana”, dedicada a la importación y comercialización de automóviles, camiones y gasolina. Los automóviles agenciados eran marca “Steward” y “Paige”.
Entre las actividades políticas figuran su participación en el Concejo municipal de Cali, en el período 1902-1903, y en la campaña por la creación de la Diócesis en Cali, lograda en julio de 1910.
Murió, el 22 de julio de 1929. En la misma fecha, el periódico Relator, de Cali, publicó la siguiente nota:
En las primeras horas del día, de manera casi inesperada, falleció el caballero don Ulpiano Lloreda, quien ocupaba una alta posición social y financiera. Hombre de excepcional laboriosidad, había logrado una holgada posición comercial desde de largos años de trabajo fecundo; ciudadano de amplio sentido progresista, espíritu innovador, amante de todo adelanto y mejora para la ciudad.

JORGE GARCÉS BORRERO

Tomado de Ordoñez, Luis Aurelio (1998) “Industrias y Empresarios Pioneros Cali 1910-1945” Facultad de Ciencias de la Administración, Universidad del Valle. ISBN 958-670-052-6. p.143-151)


Refiriéndose a las raíces genealógicas de la familia Garcés, Cristian Caicedo de la Serna escribió:
Doña María Sánchez de Sala, antes de casarse con el gobernador Villaveces, fue la esposa de don Diego Garcés de Aguilar, quien figuró en Ambato, en la primera mitad de siglo xvii, y es este matrimonio el tronco de quienes llevan el apellido Garcés entre nosotros.
En 1848, nació en Cali Enrique Garcés Velasco, quien estudió medicina y cirugía en la Universidad Nacional, en Bogotá. En 1877 contrajo matrimonio con Joaquina Borrero Borrero y fueron sus hijos: Jorge, Manuel María, Gabriel, Luis H., Rosa Amalia, Soledad y Dolores.
Como era la costumbre, en Cali y otras ciudades colombianas, algunos médicos tenían sus propias farmacias, llamadas “Boticas”, en las que además de los pocos medicamentos, se vendía toda clase de mercancías, como telas sombreros, machetes, gasolina enlatada, etc.. En el año de 1875, el médico Enrique Garcés, fundó la Droguería Garcés. En Cali se existían, al mismo tiempo, las de Pedro Scarpetta, Evaristo García, Francisco Cruz y Mario de Caycedo. Sobre la Droguería Garcés, Alvaro Calero, anota:
El doctor Enrique Garcés Velasco fundó la “Droguería Garcés”, utilizando como era rutinario y por aquellas calendas, drogas blancas y extractos vegetales como materia primas o ingredientes de las recetas que él mismo prescribía a los enfermos que acudían en solicitud, apoyo y ayuda.
En abril de 1899, falleció el médico Garcés Velasco y le sobrevivieron, su esposa, Joaquina Borrero Borrero y, sus hijos, Manuel María, Gabriel, Luis H., Jorge, Rosa Amalia, Soledad y Dolores Garcés Borrero.
Jorge Garcés Borrero, el cuarto de los hijos, nació en Cali, el 4 de Diciembre de 1884. Fue enviado a estudiar al seminario de los padres Lazaristas, de Santa Rosa de Cabal, hasta que la muerte de su padre le exigió regresar a Cali para ayudar a su madre y hermanos en la administración de la droguería. Luego viajó a Europa, donde permaneció dos años, estudiando y buscando información sobre el negocio de las drogas. .A su regreso compró a su madre y sus hermanos Gabriel, Luis H. y Manuel María, las partes que le correspondían de la droguería y se dedicó a la importación en gran escala de drogas y medicinas patentadas para ser distribuidas en Cali, Bogotá y otras ciudades.
Contrajo matrimonio con Emma Giraldo Pineda, hija de Julio Giraldo G., personaje acaudalado, con quien se asoció para participar en la creación del Banco Giraldo & Cía., en 1911.
Los otros socios fundadores del banco fueron: Angel María Borrero, Joaquín Pablo Barona, y Pablo Rivera. Como lo registró el Almanaque de los Hechos Colombianos:
En 1911 se estableció en Cali la casa bancaria de Giraldo & Garcés B., de que fueron alma y nervio y acción los señores Jorge Garcés B. y Julio Giraldo G., y que marcó una era de desarrollo en los negocios del Valle del Cauca y puede decirse echó las bases sobre-que descansa la industria bancaria de esta región.
Posteriormente se transformó Banco del Pacífico, con la participación de nuevos accionistas. En 1928, el Banco del Pacífico se fusionó con el Banco de Colombia. A través de todo estos cambios, Jorge Garcés B., consolidó su participación de accionista mayoritario y gerente del banco de Colombia, la razón por la cual figuró, como banquero y accionista del Banco de la República.
En cuanto a los cambios en el negocio de la droguería, como lo muestran las notas publicitarias, en 1918, se trataba de la importación directa de las casas más acreditadas de Francia, Inglaterra, España y Estados Unidos. Se ofrecía un surtido completo y permanente renovado, al igual que se promovía la venta de: “Píldoras negras A. S. El remedio más eficaz para combatir el paludismo y la anemia en todas sus formas”.
Paralelamente a la administración de la droguería, participó activamente en el negocio de compraventa de bienes raíces. Con su hermano Manuel María adquirió la hacienda Arauca, en el distrito de Candelaria, la cual fue vendida por la suma de $57.763.oo oro, en 1914. En 1909 compraron un lote en la hacienda Terragona; en 1910, terrenos en el Tigre y el Cabuyal. En 1911, compró a su hermano Manuel María 133 fanegadas del lote de Terragona y en 1913 le vendió la mitad de la hacienda Arauca. En 1913 compró al señor Alejandro Guevara los derechos de sucesión de la madre de la señora Micaela Guevara. En 1914 compró un solar sembrado de caña de azúcar en el barrio Santa Rosa, por la suma de $16.000.
En 1911, compró un significativo porcentaje de las acciones de la Compañía Urbana de Transportes de Cali.
En 1919, con su hermano Manuel María y con el socio Roberto Arboleda, constituyeron una sociedad colectiva de comercio, con la razón social: Jorge Garcés B. y Cía. Cada uno de los socios aportó la suma de $1 .000.oo oro inglés, es decir, libras esterlinas. Como objeto de la sociedad, se definió la explotación del negocio de introducción y venta de abarrotes, a cuyo efecto la sociedad establecería un almacén, en Cali, con la denominación de la sociedad

ALFONSO VALLEJO GONZÁLEZ

Tomado de Ordoñez, Luis Aurelio (1998) “Industrias y Empresarios Pioneros Cali 1910-1945” Facultad de Ciencias de la Administración, Universidad del Valle. ISBN 958-670-052-6. p.128-135)
Alvaro Calero Tejada en una de sus crónicas sobre Cali y sus personajes, a principios del siglo XX, escribe:
“Corría el año de 1920 cuando en Cali se destacó una pléyade de servidores insignes, que bien merecen el título de fundadores de la urbe, un estado mayor de recios varones cuya actividad dejó huella imborrable y dieron vuelco definitivo a la balbuciente población y a la cabeza de este estamento de próceres del servicio público, aparecía siempre Alfonso Vallejo González, con su inagotable euforia y radiante jovialidad, su optimismo creador, su endomeñable (SIC) dinamismo y su poderosa imaginación creadora.
Alfonso Vallejo G., hijo de Alejandro Vallejo y Cilia Gonzalez, nació en Cali, en 1889.  Sus primeros estudios los realizó en el colegio Santa Librada, de Cali, y en el colegio de los Lazaristas de Santa Rosa de Cabal. En 1905 viajó a Estados Unidos, en compañía de su hermano Vicente, a proseguir sus estudios de nivel universitario en Economía y Comercio. Inicialmente se matriculó en la Universidad de Notre Dame, del Estado de Indiana y luego en la Universidad de Michigan.
Después de terminar sus estudios universitarios, trabajó en algunas empresas norteamericanas y posteriormente viajó a Cuba con el plan de iniciar algunos negocios.
En 1913 regresó a Colombia y se estableció en Cali como representante de casas extranjeras interesadas en la exportación de maquinaria a Colombia. Entre tales empresas fue representante, durante varios años, de la compañía Amsinck y Co. Inc de Nueva York, para los departamentos del Valle del Cauca, Cauca y Nariño.
Como representante de Amsinck Co., suscribió, con el entonces gobernador del Departamento del Valle del Cauca, Ignacio Rengifo B., un empréstito por la suma de un millón de dólares destinada a la constitución del muelle de Buenaventura
Posteriormente, estando ya desvinculado de la compañía Asminck & Co., contrató con el municipio de Cali el primer proyecto de pavimentación de las calles de la ciudad. Un contrato por valor de $ 200.000 con el cual se alcanzaron a pavimentar más de ochenta cuadras.
En 1924 promovió la creación de la sociedad “Alvallejo de Industrias & Comercio”, una sociedad en que participaron varios miembros de su familia y otros allegados: Dilia Gonzalez, María Vallejo, Sixta T. Vallejo, Cecilia Vallejo, Leonor Vallejo, Luis Carlos Vallejo, Leonor Vallejo, José María Vallejo, William Deverall, Ernesto de Lima, David Mac Ronald y Absalón Reyes. El capital aportado a la sociedad fue de $ 200.000 oro, dividido en 2000 acciones nominativas de $100 cada una, de las cuales 1750, fueron aportadas por Alfonso Vallejo.
Como objeto de la sociedad se acordó participar en las siguientes actividades: Desarrollo, fomento y explotación de la industria de Café; adquisición, administración de bienes raíces; importación y exportación de tabaco y cueros; venta, compra, distribución, transporte, corte y labrado de toda clase de maderas; construcción de edificios, casas de habitación y demás construcciones urbanas; pavimentación de calles, avenidas y caminos públicos; construcción de puentes, caminos, carreteras y otras vías de comunicación; operaciones y negocios de comisión, compraventas y operaciones bancarias; compraventa, construcción y administración de vapores y ferrocarriles u otros medios de transporte; construcción de tuberías para el transporte de aguas, líneas telegráficas, instalaciones eléctricas y motores para generar fuerza motriz; construcción de campamentos, almacenes y toda clase de edificaciones relacionadas con las industrias y los objetos de la sociedad.
Esta sociedad, de objeto tan diverso, recogió algunas de las actividades ya emprendidas y otras por iniciar. Aparte de la participación en la construcción del muelle de Buenaventura, Alfonso. Vallejo, figuró como uno de los impulsadores del puente “Carlos Holguín’ sobre el río Cauca y del puente giratorio del ferrocarril en linea entre Cali y_Palmira. IguaIrnente, participó como accionista de la construcción de la carretera al Mar, entre Cali y Buenaventura.
En 1925, Alfonso Vallejo, celebró un contrato con el concejo municipal de Palmira, para la construcción del acueducto de esta ciudad. Con el fin de asegurar la construcción de la obra, le concedió un préstamo al municipio de Palmira de $120.000, destinado a completar la parte correspondiente al aporte municipal.
En predios del barrio Santa Rosa, de Cali, fundó una de las primeras y más importantes trilladoras de café de la ciudad. La trilladora Alfonso Vallejo, que en 1925 ocupaba el segundo lugar en número de trabajadores (199), después de la trilladora Ulpiano Lloreda.
En el inventario de bienes de “Alvallejo de Industria & Comercio”, figuraron sus inversiones en trilladoras de Café en Sevilla (Valle) y otras poblaciones caldenses, como Belalcazar, Montenegro, Sevilla, Finlandia, Calarcá, Armenia, Marsella, San Joaquín, Belén y Santuario.
Fue cofundador de la fábrica de ladrillos y tejas, cuyas máquinas eran movidas por electricidad. Según la reseña de Eduardo López:
“Con esta fábrica que cuenta con todos los adelantos modernos, el señor Vallejo G. vino a llenar un vacío en la capital vallecaucana”.
En el edificio comercial que construyó para el funcionamiento de sus oficinas instaló talleres y muestrario de automóviles, después de haber transportado uno

HERNANDO CAICEDO CAICEDO

Las raíces genealógicas de la familia Caicedo, se remontan al siglo XVI, con el arribo del capitán Caicedo como miembro de las huestes de Sebastián de Belalcazar.
El primer Cayzedo que vino a América, en1537,fue don Francisco, natural de Oviedo, en Asturias, quien se contó entre los pobladores de Popayán.
Desde entonces, la familia Caicedo mostró gran capacidad de acceder a los cargos públicos, los cuales fueron cimentando las bases de su poder económico. Al respecto, Germán Colmenares, escribió:
Al ojear las actas levantadas al comienzo de todos los años por los cabildos pronto se percibe que los “puestos de honor de la República” recaen casi siempre en las mismas personas.. .Trece miembros de la familia Caicedo, por ejemplo, figuran 30 veces (22 como alcaldes de “primer voto”, es decir, como representantes de vecinos encomenderos) entre 1647 y 1690.
Como resultado del ejercicio del poder político en la Colonia, los miembros de la familia Caicedo, se convirtieron en grandes propietarios de tierras. Pero, durante el período republicano, las continuas guerras civiles, fueron minando dichas propiedades, hasta quedar virtualmente extinguidas. Como lo ha precisado Julio César Mazuera:
La familia Caicedo fue propietaria, por cédula real de un gran fundo que se extendía por los actuales Municipios de Zarzal, Bugalagrande, Sevilla, Andalucía y Caicedonia, hasta los linderos del Quindío. De generación en generación, tal propiedad fue pasando durante dos siglos, conforme a las leyes españolas de esa época,, defensoras de la institución del mayorazgo. Cuando vino la República, nuevas formas fraccionaron la heredad, la cual poco a poco fue saliendo de sus tradicionales propietarios”. “Cuando el doctor Hernando Caicedo nació, en la última década del siglo pasado, la familia Caicedo no retenía ni un sólo palmo de aquella tierra. Sólo quedaba la leyenda familiar que los descendientes se transmitían al calor de las gratas veladas hogareñas.
Hernando Caicedo, hijo de Belisario Caicedo Cordovez, médico de la Universidad de la Sorbona en Francia y de Mariana Caicedo Prado, nació en Palmira, el 18 de abril de 1890. Realizó sus estudios primarios en el colegio de los hermanos maristas de Palmira, los secundarios en el seminario conciliar de Popayán y los universitarios en la Facultad de Derecho de la Universidad del Cauca. Con su tesis sobre: “Condición resolutoria tácita y acción resolutoria en el derecho civil colombiano”, optó al Doctorado en Jurisprudencia en la Universidad del Cauca, el 20 de junio de 1912.
En1918, seis años después de haber terminado sus estudios universitarios y haber obtenido el dinero necesario para comprar tierra, adquirió 400 hectáreas de la antigua heredad.
Una pequeña parcela de la antigua Hacienda, la cual desmontó para establecer dehesas, y posteriormente un trapiche panelero.
En 1920, como consecuencia de la primera guerra mundial, los precios del azúcar alcanzaron niveles exorbitantes en los Estados Unidos, originando una verdadera “danza de los millones”, en Cuba. “En esa época viajé a Cuba y recuerdo como rodaba el oro del azúcar por las calles de la Habana”, escribió el mismo Hernando Caicedo. Había oído decir a Carlos Eder, hijo del fundador del Ingenio “La Manuelita”:
Todo el mundo sabe que Ingenio Manuelita es un buen negocio, pero a nadie se le ha ocurrido imitarme estableciendo otro ingenio. Es que los colombianos son indolentes. No quieren trabajar. Se contentan con envidiar al que trabaja.
El conocimiento directo de la producción y comercialización del azucar en Cuba, le dió las señales de lo que podría ser posteriormente el negocio del azucar en Colombia. También como él mismo lo escribió, la situación del ingenio la Manuelita y lo que había escuchado decir a Carlos Eder, lo llevaron a la decisión de fundar el ingenio:
De allí nació en mí la idea de tener un ingenio azucarero. Y fundé a Riopaila que, en sus comienzos, fue una empresa pequeñisima.
La maquinaria para el Ingenio había comenzado a llegar desde Buenaventura a La Paila, por ferrocarril, desde 1926. El montaje requería la asistencia de ingenieros expertos, para lo cual Hernando Caicedo apeló a sus contactos en las centrales azucareras del Caribe. Pero también existían problemas financieros para armar la maquinaria e iniciar la producción. Entonces, como lo refiere Oscar Gerardo Ramos:
Lo cierto y acre era que, mientras transcurrían soles y lluvias la intemperie iba echando mancha de orín en los hierros: Hernando gozaba de crédito amplio en los bancos - Pacífico, Alemán Antioqueño, The Royal of Canadá -. Con ello se solucionaba lo financiero.
El 24 se septiembre de 1928 fue inaugurado el Ingenio, movido por máquina de vapor. El primer año produjo 2.000 quintales y al año siguiente, en 1929, 16.000 quintales de azúcar.
El Ingenio Riopaila continuó creciendo y fue siempre sú empresa predilecta. Pero, desde los primeros años de su dedicación al mundo empresarial, las actividades de Hernando Caicedo fueron múltiples y diversificadas, como lo observa José María Rojas.